Nací y crecí en una familia muy pobre y numerosa (9 hijos); mi padre solamente ganaba el salario mínimo, así que la mayoría de los hijos tuvimos la necesidad de trabajar desde muy pequeños.

Desde los 6 años de ya vendía yo el periódico en las calles y rentaba cuentos de caricaturas a los niños que acudían al mercado; curiosamente, estos dos empleos informales me iniciaron en el gusto por la lectura.

Durante mi niñez y juventud viví, debido a la pobreza, las limitaciones de estudiar, ya que algunos de mis hermanos tuvieron que abandonar la escuela para trabajar. En mi caso, con mucho esfuerzo y la enseñanza de mis padres, aprendí a trabajar en diferentes oficios para costearme mis estudios. Hasta la preparatoria, aproximadamente a los 18 años, tuve mi primer libro y lo cuido con gran cariño y afecto, tanto que hasta el día de hoy lo tengo.

Al haber estudiado en Universidades Públicas e impartido clases durante más de 30 años a estudiantes de diversas clases sociales, me di cuenta de la necesidad que hay en México de fortalecer la educación -especialmente la básica: el aprender a leer, escribir y comprender-. Entonces surgió en mí la idea de trabajar con niños y jóvenes, para que puedan tener nuevas oportunidades en la vida.

Así es como, al haber adquirido numerosos libros en el camino, decidí abrir un espacio para los niños y jóvenes de Tepoztlán, primero,  luego los del Estado de Morelos y para México, en general, para que ellos puedan estudiar en los mismos libros que yo estudié y tengan la oportunidad de aprender una ciencia o arte y así, se conviertan en mejores ciudadanos.